¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria?

"Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria,Y el hijo del hombre, para que lo visites?" Salmos 8:3-4. 
Lo efímero de la vida del hombre se sustancia en la trascendencia de la misma. Es en gran manera aquello que se preguntó aquel rey cuyo corazón era conforme al de Jehová. En primer lugar lo efímero de la vida nos parece inverosímil: "Qué es el hombre para que tengas de él memoria", afirmando la grandeza de la inmensa creación. ¡Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tu formaste! Observando el infinito de la realidad física, aún siendo revestidos de razón, aún y con todos nuestros avances, no podemos comprender la obra de tus manos oh, Señor.
Nuestros sentidos no están listos para asimilar semejante grandeza, un día nos visitaste, dejando con bajeza tu gloria, aquella gloria que abandonaste por amor, te hiciste igual a nosotros, aún fuiste más allá, fuiste hasta donde ningún hombre nunca había llegado, porque ni siquiera se lo imaginaba. Te reviste de hombre, no solo desde afuera, sino desde adentro, y nos enseñaste desde aquí abajo, que la grandeza se encuentra en la humildad y la sencillez, que para ser el primero hay que ser el último, que el que quiera ganar su vida la perderá y el que la pierda la ganará. Nos has demostrado que el tener se resume en el dar, más exponencial se vuelve cuando damos lo que no tenemos, y es entonces que tenemos porque damos.
Qué habría de valor en la vida, si tú no existieras, por qué razón deberíamos tener esperanza si tu cuerpo estuviese en la tumba; porque tu Jesús eres nuestra esperanza, nuestro pronto auxilio (Sal.46), nos has enseñado que la vida tiene un valor trascendental que no solamente se limita a la materia. No somos dignos de ti, no nos merecemos un Dios tan noble, que dentro de todas las posibilidades que ni siquiera sabemos enumerar, tu nos has dado esta, esta en la que ahora somos libres de amarte, que perfecto amor, no podríamos comprender el amor, sin que antes pudiésemos valorar que tu nos has amado primero. Intentamos comprender el calvario de tu Hijo, pero no somos capaces, porque un amor tan grande, no puede ser comprendido, solo puede ser aceptado y expresado en el reflejo de tu gracia hacia nosotros para con los otros.
Por qué te acuerdas de nosotros, aún cuando nosotros estamos abnegados en nuestros cimientos filosóficos del saber. Tú sabes que creemos entender la razón de ser, pero también sabes que, solo somos hombres que no sabemos ser. De tal manera que, en ti Señor, encontramos nuestra esencia, tú nos enseñaste que para el bien estar, hay un bien hacer, y de allí se desprende nuestra razón de ser. Amar a nuestros enemigos, hacer bien a quien nos hace mal, perdonar y pedir perdón, amar aún cuando no hay razón en el corazón. 
  
¡El Señor está cerca!
Por Elí Paz.
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